Cincuenta años de F1 y 593 grandes premios en su activo: un récord que ningún piloto conseguirá batir. El decano de los fotógrafos trabaja siempre con el mismo entusiasmo. Después de haber admirado tanto sus clichés, era el momento de la darle la palabra.
¿Cuál es tu primer recuerdo de un automóvil?
El «Escarabajo» de mi padre. Ya adoraba la velocidad y desde el asiento trasero siempre le animaba a ir más rápido. Por eso me gustó más su segundo coche, un Opel Olympia Cabrio. Con él llegaba a superar los… ¡100 kilómetros por hora!
¿Qué soñabas ser de mayor?
De pequeño, soñaba ser emperador. Después mis ambiciones fueron un poco a la baja, me hubiera gustado ser bombero.
Poca relación con la fotografía…
Bueno, al principio, cuando cumplí catorce años, mi madrina me regaló una máquina fotográfica, una Kodak Retinette. Me entretenía mucho revelando mis películas en un cuarto oscuro. Era como dar vida a mi imaginación. Entonces quise aprender fotografía. En aquella época, eso no era una orientación muy seria. Oficio sin futuro, profesión que no aporta nada…, oí de todo. Mi padre prefería que fuera abogado. A pesar de todo insistí y terminé en una excelente escuela de fotografía de Múnich. Gracias a lo cual, conocí el deporte del automóvil.
¿Fuiste a algún circuito por tus estudios?
No, pero uno de mis compañeros de clase fue a una carrera para conseguir autógrafos de los pilotos y me propuso acompañarle. Tomé mi máquina, una Contarex Zeiss, y salimos hacia Nürburgring en un Porsche Carrera 2 ¡Lo más de lo más! No se trataba de un gran premio, sino de los 1.000 kilómetros de Nürburgring. Estamos hablando de 1962.
¿Ahí nació la pasión?
Sí, pero… ¡por Porsche! A aquel amigo le debo también haberme convertido en un «porschista». Al día de hoy manejo mi décimoprimer Porsche. En cuanto, el deporte del automóvil, enseguida quedé fascinado por su peligrosidad, por el ambiente que reina en los circuitos y, sobre todo, por los rostros de los pilotos. Especialmente me encanta retratarles. Al principio, me burlaba de los coches, no me fijaba más que en los pilotos.
¿Qué les hace para ti tan particulares, quizá sus rostros?
Sus ojos, sus miradas… ¿No te has fijado nunca? Los pilotos tienen unos ojos fantásticos, muy claros, muy limpios, muy abiertos, vivos. Sus miradas son firmes y profundas, Fotografiar la mirada de los pilotos, es contemplar su alma. En ella se ve su determinación, su voluntad de ganar y su energía.
¿Cuál sería tu ranking de las miradas más bellas?
Jim Clark, Jacky Ickx, François Cevert, Niki Lauda, Ayrton Senna, Damon Hill. Actualmente, Felipe Massa tiene unos ojos realmente hermosos. Y también está Sebastian Vettel. Para mí, perpetúa la línea de Jim Clark y Ayrton Senna. Sus miradas y sus expresiones son muy similares.
¿Cuál fue tu primera fotografía en un circuito?
En 1962, en los 1.000 kilómetros. Hice un retrato de Olivier Gendebien en su Ferrari Dino. También seguía a los hermanos Rodríguez, Phil Hill e, incluso, a Willy Mairesse. En 1963, hice mis primeras 24 Horas de Le Mans. Envié mis fotos a Auto Motor und Sport. Me publicaron mi primera doble página y, en la siguiente carrera, el redactor jefe del Sport Auto alemán me felicitó. Aparentemente, tomaba buenas fotos.
Y la F1… ¿Cuándo entra en tu vida?
Al principio, prefería ir a Le Mans, andar por el circuito de noche y hacer fotos. 1962-1973 fue el período dorado de los coches de sport. Justo después de los 1.000 kilómetros de 1962, me lancé al Gran Premio de Bélgica en Spa. La F1 ponía más de manifiesto a los pilotos, pero con frecuencia viajaba fuera de Europa y yo no tenía medios para seguirla. Felizmente, se encontraba a los mismos pilotos en las carreras de sports.
Finalmente… ¡encontraste un oficio!
Durante mucho tiempo, la fotografía no fue más que un hobby. Trabajaba en el departamento de publicidad de una gran compañía y el dinero que ganaba lo gastaba durante los fines de semana para asistir a las carreras.
¿Era complicado obtener una acreditación?
¡La pelea constante en mi vida! Qué cantidad de problemas… En 1962, ya era muy duro, había que tener amigos que conociesen al jefe de prensa. Cuando Bernard Cahier, gran periodista y fotógrafo, tuvo la idea de fundar una asociación de prensa, enseguida me adherí a ella para facilitar nuestro acceso a los circuitos. La IRPA (International Racing Press Association) nació en 1966 en Zandvoort. Al principio, éramos tan sólo ocho miembros, Bernard había pensado incluso en un «motor-home» para recibir a los fotógrafos.
¿Cuándo se convirtió esta actividad en tu verdadera profesión?
Mucho más tarde. Incluso cuando comencé a seguir la F1 fuera de Europa, aún tenía que poner dinero de mi bolsillo. De hecho, el verdadero giro se produjo en medio de un período complicado, a finales de los años 80. Cuando la IRPA desapareció, no disponía de «pass» para entrar en los circuitos…
¿Quién te sacó del problema?
Bernie Ecclestone. Las gentes le dijeron: «No se puede abandonar a un fotógrafo como Rainer». Entonces, él intervino: «Dadle un pase. Será mi fotógrafo». Incluso más tarde, me protegió cuando la FIA instauró una cuota (más de 200 fotografías de prensa vendidas por temporada) para ser acreditado. Entonces yo no hacía prácticamente prensa, sino tan solo únicamente libros y calendarios de la fórmula 1.
Entonces… ¿eres el protegido del patrón?
A pesar de ello, Pasquale, su brazo derecho, no me lo facilitó a lo largo de más de diez años. No tuve nunca el «pass» oficial. Finalmente, en 2011, con motivo de mi 568º gran premio, en Monza, Bernie me concedió un «pass» honorario, de por vida, que me permite el acceso a todos los lugares. Ya no tengo que preocuparme más… ¡por fin!
¡Sorprendente, esta generosidad de Ecclestone hacia un fotógrafo!
Ha sido y es aún un auténtico padrino para mí. En foto, ¡es Jesucristo! Toma toda la luz, funde la multitud que le rodea y que quiere estrecharle la mano. Pero que nadie se equivoque: su sueño es ¡suprimir a los periodistas! Todo el tiempo me dice: «No tenemos ninguna necesidad de vosotros. Un día, se venderán las fotos directamente captadas desde la pantalla de televisión». Admira mi fidelidad a la F1 más que mi profesión.
¿Hablas mucho con los pilotos?
Al principio, no podía ya que no hablaba inglés ni francés. Pero descubrí que, para el trabajo, es mejor no hablar con ellos. Me he convertido en amigo de algunos pilotos, como Jacky Ickx o Jacques Laffite, pero una vez que se retiraron ¡Jamás intercambiamos una palabra mientras estuvieron en activo! Algunos venían a verme solo para charlar sobre fotografía.
¿Sí…, por ejemplo?
Jacky Ickx, además siendo ambos «porschistas»… Las esposas de los pilotos siempre estuvieron interesadas en las fotos y ¡contaminan a sus maridos! Como Hellen Stewart o María-Helena Fittipaldi. Nico Rosberg es un verdadero aficionado a la fotografía. Me suele consultar antes de comprarse nuevos equipos.
¿Qué pilotos son los más difíciles de fotografiar?
Desde hace poco, hay una generación de pilotos que huyen de los aparatos fotográficos. Lewis Hamilton es horrible. Siempre gira la cabeza, se pone las gafas de sol o baja su visera; como si no quisiera que se lea ningún gesto en él. Kimi Räikkönen también. El primero que nos detestaba realmente era Nigel Mansell. Podía darte una paliza si sentía un fogonazo de flash en los ojos.
¿Cómo superar la nostalgia de aquellos años en los que la libertad era casi total para los fotógrafos?
Aceptando que todo cambia en la vida. Hubo un tiempo en el que cruzabas la pista durante un gran premio, incluso te tumbabas sobre los vibradores del borde la pista («lavaderos» en terminología mexicana). Milagrosamente, jamás hubo muertes, pero era inevitable que todo eso terminase por estar prohibido. El problema es que bajo el argumento de la seguridad, todo nos ha conducido a una situación de control absoluto.
¿En alguna ocasión has rozado la muerte?
Me ocurrió que durante más de diez minutos estuve ubicado en una curva, después, cuando decidí cambiarme de posición, un coche se salió de pista exactamente por el lugar en el que yo había estado. En 1990, no estuve muy lejos cuando Martin Donnelly, en el circuito de Jerez, golpeó violentamente contra una valla y su Lotus se partió en trozos a mi alrededor. Tengo una foto, en la que aparezco tumbado en la curva Hunserug de Zandvoort, con Lauda que pasa una rueda a 5 cm. de mis talones. Se estaba en el corazón de la acción, sin duda demasiado cerca. Cuando aparecieron las primeras vallas, me resistí a ellas cortándolas con un par de alicates… Nada puede ser perfecto en este negocio, es necesario contentar a demasiada gente.
¿Háblame un poco de tus equipos fotográficos?
He tenido 35 equipos fotográficos diferentes y he utilizado todas las ópticas: desde 8 a 600 mm. de foco. Estoy en más de 1,2 millón de clichés. Mis archivos contienen más de 440.000 impresiones de las cuales unas 120.000 están ya digitalizadas. Actualmente, lo que cargo encima es tres veces más pesado que hace cuarenta años, principalmente por el «500», un objetivo que permite hacer fotos desde muy lejos. Desde mis comienzos, en 1962, tenía ya películas en color, aunque la gran moda del color llegó realmente con los calendarios de F1. Uno de los momentos clave fue el año 1969, cuando utilicé por primera vez un zoom para aprovechar la velocidad haciendo explotar el resto, sobre todo los colores. Con una velocidad de obturación relativamente lenta, las fotos se convirtieron en auténticos cuadros. Al fin, en 2005, me pasé a digital, lo que me permite hacer más de ¡quinientas fotos! Cuantas veces, en el pasado, me aproximé a una escena para hacer un buena toma y no me quedaba película. Por el contrario, jamás he utilizado un solo flash, los detesto.
¿Qué coches resultan más fotogénicos?
¡Los Ferrari! El rojo siempre tiene una gran fuerza en fotografía. Para mí, la perfección incluso está encarnada por los Ferrari de Jacky Ickx. También, de vez en cuando, surgen desagradables sorpresas. Los soberbios Lotus negro y oro «John Player Special» eran terribles en foto, aunque no en todas. Mira lo que hicieron en Lotus cuando retomaron los colores hace tres años. Sus gentes de marketing dijeron: «¡Quietos! ¡Hay que reemplazar el oro por un amarillo pálido!» Después de esto, todo ha cambiado.
¿Cuál es tu circuito favorito para tomar fotos?
¡Mónaco! Es el «summun», ya que es donde más cerca se está de los coches.
¿Cuál es tu foto favorita?
Una de la trasera del Ferrari de Stefan Johansson, en Mónaco 1985. Una enorme llamarada sale del turbo…
¿Darías algún consejo a los jóvenes apasionados por la fotografía que sueñan con la F1?
Olvidaros de las ideas relacionadas con la gloria, los hoteles de cinco estrellas… Este es un trabajo de una desafiante brutalidad que requiere una implicación física extrema. Pero, sobre todo, conseguid ser admitidos en una agencia fotográfica. Sobrevivir en la F1 como independiente se ha convertido en algo prácticamente imposible.
Has hablado de todos los campeones, salvo de… tu compatriota Michael Schumacher ¿tienes alguna razón que te lo impida?
Cuando debutó en la F1, fui a presentarme; era muy simpático. Desayunaba a veces con él, hablábamos de fotografía y le gustaba que le ofreciera fotos suyas en acción. Rápidamente se volvió muy frío. Algún tiempo después, fui a solicitarle que hiciera el prólogo a uno de mis libros, como Senna lo había hecho ya anteriormente. Deseaba que lo hiciera el mejor piloto. «Habla con mi agente», me dijo. Al comentarlo con Willy Webber, éste me respondió: «Eso son 20.000 marcos alemanes» (10.000 euros / 13.000 USA Dólar aproximadamente). Los prólogos de Senna eran geniales y Ayrton jamás me habló de dinero…
(Comentarios recogidos por Thibault Larue / Sport Auto – Enero 2013)