Johnny Rives (*) / Sport Auto – Septiembre 2010
El mismo día de la sorprendente victoria de la RFA en la Copa del Mundo de Fútbol, el automóvil también iba a simbolizar el renacimiento de una nación. Era el 4 de julio de 1954, en el circuito de Reims y con Mercedes.
El jueves 1º de julio de 1954 en torno al mediodía y durante los preparativos del gran premio de la ACF (gran premio de Francia), el parque cerrado del circuito Reims-Gueux presentaba una actividad inusual. Entre los autos de competición ya presentes, un numeroso grupo de curiosos aguardaban impacientes la apertura de los camiones matriculados en Alemania que transportaban los nuevos Mercedes W196 y que en los últimos entrenamientos, en esta misma pista pocos días antes, habían causado una gran sensación. Un murmullo de admiración se elevó cuando, bajo las órdenes de un panzudo y atronador personaje, el director deportivo Alfred Neubauer, los mecánicos mostraron a la luz sus fascinantes máquinas.
Contrariamente a los clásicos Ferrari, Maserati y Gordini, éstos estaban recubiertos de una carrocería plateada cuidadosamente estilizada recubriendo las ruedas, a la manera de los autos de sport. A pesar de ello eran bellos y buenos F1.
Los menos jóvenes guardaban el recuerdo de los “flechas de plata” que competían en los años 30, en detrimento de los autos franceses, italianos e ingleses. La guerra había interrumpido esa epopeya. Desde el cese de las hostilidades, los bólidos azules, rojos y verdes habían aparecido tímidamente. Habría que esperar hasta 1951 para que los “flechas de plata” regresaran.
En una Alemania en ruinas, el espíritu de la competición soplaba siempre en Mercedes. Bajo el impulso de Neubauer, tres venerables W154 viajaron a la Temporada Argentina. Pero el tiempo no había pasado en balde: Juan Manuel Fangio, Karl Kling y Hermann Lang, a quienes se confiaron los autos, no pudieron impedir el triunfo de José Froilán González con un más moderno Ferrari 2 litros con compresor.
Al año siguiente (1952), Mercedes desvelaba sus potentes coupés sport, los 300 SL que, tras fracasar frente al Ferrari de Giovanni Bracco en las Mille Miglia, consiguieron la victoria en las 24 Horas de Le Mans (Hermann Lang – Fritz Riess) y en la temible Panamericana de México (Karl Kling – Hans Klenk), lo que decidió a Mercedes proyectar su vuelta a los grandes premios en 1954.
En ese 1º de julio el día prometido se acercaba. Para su gran retorno, Mercedes recurrió a audaces recursos y soluciones técnicas: inyección directa, válvulas de sistema desmodrónico, motor abatido casi hasta la horizontal para rebajar al máximo las líneas del capot… Sin olvidar los frenos, montados a bordo del chasis y no en las ruedas.
Al mismo tiempo, se preparaba en Berna, Suiza, otro evento deportivo seguido aún más intensamente por el público alemán: la final de la Copa del Mundo de Fútbol. El once alemán se enfrentaba a la Hungría de Puskas y Kocsis, la gran favorita.
En Reims, los W196 de Fangio, Kling y Hans Herrmann se enfrentaban a grandes pilotos: Mike Hawthorn, vencedor allí mismo el año anterior ante Fangio; González y, sobre todo, el campeón del mundo 1952 y 1953 Alberto Ascari. A pesar de esta temible oposición, el gran premio de la ACF resultó una formalidad para Mercedes. Su superioridad tecnológica se manifestó con insolencia en el circuito. Ascari abandonó de entrada por problemas de trasmisión en su Maserati y González fue traicionado por el motor de su Ferrari Squalo en la vuelta 12 de las 61 establecidas.
Fangio, que había ganado ya en Buenos Aires y en Francorchamps con Maserati, firmó su tercera victoria de la temporada con medio auto de ventaja sobre Kling.
En Berna, las cosas habían empezado menos favorablemente para el once de Alemania. En el descanso, Hungría ganaba por 2 a 0. Pero, en la segunda parte, Alemania, conducida por su capitán Fritz Walter, marcó tres goles y… ¡se adjudicó la Copa del Mundo!
Ambos triunfos, conseguidos el mismo día, tuvieron una consecuencia considerable en el plano moral. Arruinada a causa de la ambición delirante de un hombre que terminó dirigiendo al mundo entero contra su país, Alemania estaba exangüe. Los sociólogos consideran que aún en 1953 un tercio de su población (grandes inválidos de guerra, viudas, huérfanos…) dependía de la asistencia pública. Las victorias deportivas en Reims y en Berna convencieron a la población alemana de que de nuevo podía creer en sí misma.
El automóvil y el fútbol simbolizaron el renacimiento de una nación.
Clasificación final
1º Juan Manuel Fangio (Mercedes W196)
2º Karl Kling (Mercedes W16)
3º Robert Manzon (Ferrari 625)
Nota del traductor:
Victoria y doblete en carrera, «pole position» y doblete en clasificación, mejor vuelta, carrera dominada de principio a fin… Mercedes conseguía un pleno en su debut.
Única sombra en el expediente: el abandono, por avería en el motor del tercer “flecha de plata”, del joven Hans Herrmann; sí, aquel que obtendría ¡dieciséis años después! la primera victoria absoluta para Porsche en las 24 Horas de Le Mans de 1970.
(*) Johnny Rives trabajó en la rúbrica “auto” de L’Equipe de 1960 a 1996, en Sport-Auto de 1973 a 1980 y en la TF1 (Televisión francesa) de 1993 a 1996.
(Traducción de Santiago Criado)