Jo Ramírez. Bestia de competición

Jo Ramírez, coordinador del equipo McLaren (1983-2001)

Contagiado muy pronto por el virus del automóvil, después seducido por la ascensión en México de sus compatriotas, los hermanos Rodríguez, Jo Ramírez ha tenido en su vida dos únicas obsesiones: estar siempre en la competición y ponerse al servicio de los pilotos. Amigo de los más grandes, quedará siempre unido al nombre de McLaren y al dúo Prost – Senna, lo que supone su mejor carta de presentación.

Jo Ramírez

¿Cuál es tu primer recuerdo de un automóvil?

Desde que nací, siempre jugué con autos. O, mejor dicho, con zapatos que me imaginaba eran autos de carreras rojos. No tenía juguetes, mi padre no era rico y mi familia era muy numerosa, ocho en total. Mis hermanos y mis hermanas siempre se interesaron por el fútbol, yo no mucho.

¿Cómo los viejos zapatos llegaron un día a convertirse en autos reales?

Gracias a mi primer trabajo, pude comprarme un auto. Aunque si tan solo servían para desplazarme en ellos, no significaban nada para mí. Tenía una verdadera fascinación por los autos de competición, aquellos de grandes motores delanteros que corrían en los años 50 en Indianápolis, aquellos que veía en la Carrera Panamericana… Había también un soberbio circuito, una especie de Nürburgring en miniatura, en Baja de Bravo, cerca de México, donde iba a ver a pilotos como Richie Ginther, Jo Bonnier o Ken Miles.

Un carrera, a menudo, es fruto de un encuentro ¿Cuál fue el tuyo?

Ricardo Rodríguez. A los diecisiete años, cuando yo participaba en karting, me ayudó mucho y simpatizamos enseguida. Ricardo era más joven que su hermano, Pedro, y más rápido. Un “nacido – piloto”, para el que ir rápido era natural. Más tarde, reconocí las cualidades de Ricardo en Senna y Schumacher. No conocí a Pedro hasta más tarde. Sin la sombra de su hermano mejoró, hasta ganar dos grandes premios en F1 y convertirse sin duda en uno de los mejores pilotos de todos los tiempos bajo la lluvia.

¿En qué medida el destino de Ricardo cambió el tuyo?

Me inscribí en una escuela de mecánica para convertirme en técnico y aprender de motores. Pero al cabo de dos años, le dije a Ricardo que si necesitaba ayuda, podía acompañarle a Italia. Se marchó allí en 1961, para debutar en la F1, en Monza con Ferrari. Cuando se clasificó en primera línea, me llamó por teléfono a México: “No me lo puedo creer ¡Estoy delante de Phill Hill en la parrilla de salida! Incluso ha venido a verme para preguntarme qué velocidad de cambio utilizo en la Parabólica.” Me reuní con Ricardo, en 1962, después de embarcarme en el Queen Elisabeth hasta Inglaterra y, poco después, me las arreglé para llegar a Sicilia, donde disputaba la Targa Florio que ganó con un Dino 246SP. Tuve suerte, pues enseguida todo el mundo me quiso y me apreció por mi entusiasmo. Solamente me pagaban el hotel y la comida, a cambio, yo limpiaba el suelo, preparaba los cafés… Pero estaba en mi elemento, aprendía italiano, conocía a mucha gente. Iba a las carreras, en Ferrari, con Ricardo o con Giancarlo Baghetti, del que me convertí en amigo íntimo.

Ricardo se mata en 1962, en el Gran Premio de México ¿Cómo conseguiste, a pesar de este drama, convertirte más tarde en el amigo de los pilotos?

No acompañé a Ricardo para esta carrera, fuera de campeonato, ya que había encontrado trabajo en Maserati. A su muerte, decidí parar todo y regresarme a México con todas sus pertenencias: tenía aún su casco, su bicicleta…

Más tarde, perdí otros dos grandes amigos, a Robert McLean (con un Ford GT40 en Sebring) y a François Cevert (en un Tyrrell) en autos con los que yo trabajaba. Al final, tu amor por el deporte es más fuerte que tu amor por un piloto. He intentado muchas veces no encariñarme con los pilotos, pero nunca lo conseguí.

De Ferrari, pasas a Maserati, después a Lamborghini…

Las gentes de Maserati se portaron súper conmigo, pues ¡me pagaron! Pasé con ellos varias semanas en los departamentos chasis, motor y caja de cambios antes de incorporarme al equipo de carreras de resistencia. Estuve un año bajo la responsabilidad de Giampaolo Dallara, un increíble ingeniero. Era mi “profesor” y cuando recibió una oferta de Lamborgini para crear su primer auto, le seguí, pensando que Lambo muy pronto entraría en la competición. Trabajamos con el proto 350 GTV. Incluso llegué a realizar test a su volante. Ferrucio Lamborghini fue uno de mis mejores patrones. Quiso doblarme el sueldo, pero yo no podía vivir sin las carreras de autos en las que él rehusaba participar. Tuve que empezar de cero, en Inglaterra, allá donde todo se desarrollaba, y aprender inglés. Escribí a Colin Chapman, a Cooper Cars, Ford… Las respuestas eran todas negativas, salvo la de Ford que no decía ni sí ni no. Entonces, me fui a verles en el momento en el que preparaban Le Mans. Les dije: “Dejadme ayudaros durante un mes sin pagarme, y luego ya hablaremos.” Me incorporé con ellos a Le Mans, y después a Sebring en 1966.

Y ¿cómo llegaste a tu pasión, la Fórmula 1?

Conocí a Dan Gurney, de mi época en Ferrari, con motivo de una cena a la que asistí con Baghetti. Como vivía en California, hablamos de comida mexicana durante toda la velada. Cuando creó Eagle en 1966, fui la segunda persona que le llamó después de Lan Terry de Lotus. Todo se hacía en Estados Unidos, aunque finalmente se ensamblaba en Inglaterra. El T1G marchaba bien. Marcamos puntos en nuestra primera temporada y ganamos nuestro primer gran premio en 1967 con Dan en Spa. Pero, poco a poco, la falta de apoyo financiero se dejaba sentir cruelmente. En 1969, el equipo puso el candado en la puerta. Permanecí con Dan tres años más en CanAm, TransAm e IndyCar. La TransAm era una serie increíble que llegué a adorar. Una especie de DTM (Deutsche Tourenwagen Masters / Campeonato Alemán de Turismos) en los Estados Unidos con Ford, Dodge, Plymouth, Chevrolet, Pontiac… En 1971, regresé a Inglaterra con John Wyer cuando recibió el apoyo de Porsche para hacer correr a los imbatibles 917 (¿Os suena a alguno de vosotros esta historia…?) Allí me encontré con Pedro Rodríguez. Pero aún me faltaba la F1 que era realmente lo “más de lo más”. Me gustaba por encima de todo.

¿Cómo llegaste al equipo Tyrrell en 1972?

Tuve la increíble fortuna de encontrarme con Ken en el momento en el que buscaba reemplazar a alguien. Cuando aterricé en aquel equipo, no conseguía creer lo que veían mis ojos. El gran equipo Tyrrell ¡eran veinticinco personas! A la mayor parte de ellas no las conocía, pero era uno de los equipos más grandes de la historia de la F1. Ahora comprendo porque Stewart decía: “Ferrari me propone enormes cantidades de dinero, pero yo quiero conducir tan solo para Ken.”  También quedé sorprendido por la amistad entre Stewart y Cevert, lo que nunca llegó a darse entre dos compañeros de equipo. Lo pude comprobar personalmente. En 1975, me dejé tentar por Fittipaldi, con su equipo Copersucar. Me convertí por primera vez en “team manager”, como luego lo sería también en ATS, Shadow y Theodore. Fueron años difíciles en los que perdí el cabello, gestionando las finanzas de pequeños equipos. Pero realmente me gustó.

¿Por qué lo abandonaste entonces para convertirte en un simple empleado en el equipo  McLaren?

Al comienzo no quería, pero Ron Dennis, a quien había conocido cuando era mecánico  y con el jugaba squash, me dijo: “No te preocupes más por el dinero, yo me ocuparé de todo. Haz tu trabajo. Si necesitas alguna cosa, la tendrás”. Ciertamente, yo no decidía nada, pero con Ron todo era ideal. En los negocios, es increíble, es capaz de… ¡vender hielo a los esquimales! 

¿Cómo viviste el duelo Prost – Senna, siendo amigo de ambos?

De manera muy diferente a la de Ron, pues yo estaba allí para ayudarles, facilitarles la vida, jamás para dirigirles. Me apreciaban ambos, y ninguno de ellos me pidió elegir entre uno u otro. El análisis es simple: Senna representaba el futuro, mientras que Prost tenía ya menos tiempo por delante. Por esto, inevitablemente, Alain sentía que Ron apostaba más por Ayrton y que iba perdiendo el equipo que había construido a su alrededor. Sufría por ello. A menudo impedí que se fuera, pero no quería compartir “su” equipo, sobre todo con alguien en el que no confiaba.

¿Cuál fue el peor momento de su cohabitación?

El accidente de Suzuka en 1989. Nunca me sentí tan mal… Nadie podía sentarse ya a la misma mesa, todo se acabó. Al día siguiente, estaba con Alain Prost en el aeropuerto, y le dije: “Has cometido el peor error de tu vida ¿Por qué saliste de tu auto…? No tenía nada, estaba intacto.”

-“Pero si mi rueda delantera izquierda estaba totalmente girada a la derecha”, me replicó Alain.

-“¡Y la derecha también! Su dirección estaba intacta. Era la de Ayrton la que estaba dañada”, le respondí.

¿Qué te hubiera parecido un asociación Senna – Schumacher en McLaren?

Se intentó. Ron quería una reunión con Michael. Fui a verle en una fiesta organizada por Benetton tras un Gran Premio de Australia. Reservé una habitación para organizar el encuentro en el más absoluto secreto. Hablaron durante treinta minutos. Ayrton no estaba al corriente, pero pienso que nos hubiera pedido no contratarle, para no arriesgarnos a repetir el episodio que el vivido con Alain Prost. Ron sentía que Michael representaba el futuro y me había sugerido intentarlo. Michael parecía ilusionado con la idea de enfrentarse a Ayrton, pero eso no llegó a producirse.

Dejaste McLaren en 2001 ¿Por qué no has intentado una última aventura en algún otro lugar? Quizá en Ferrari, para cerrar el círculo….

Jean Todt contactó conmigo cuando dejé McLaren, ya que Ross Brawn y él mismo me querían a su lado. Según ellos, era demasiado joven para retirarme. Pero rehusé, ya que hubiera sido una traición a McLaren, mi familia. Me hicieron una fiesta tan bella, la más bella de toda mi vida, cuando me fui… No podía pasarme al campo enemigo. Lo único que pudo animarme a hacerlo fue la actitud de Ron hacia mí. Cuando no formas parte de la familia, no existes para él y no dedica ni un solo minuto para hablar contigo. Fue tan desagradable conmigo en el último gran premio que mi mujer me animó a que firmase con Ferrari, tan solo por ver la cara que hubiera puesto Ron. Pero no, no podía hacerles eso.

Alonso y McLaren: el disgusto de Jo

Ramírez nunca ocultó que, después de su salida, el único momento en el que le hubiera gustado volver a trabajar en McLaren fue en 2007, con la llegada de Fernando Alonso.

La cohabitación tan difícil con Hamilton le recordaba seguramente la época Senna-Prost, “Salvo que Lewis y Fernando eran unos niños comparados con Alain y Ayrton”, precisa Jo Ramírez.

“Hubiera podido controlar a Alonso en McLaren. Ron no supo hacerlo porque tenía la cabeza en otro sitio, vuelta hacia otros proyectos. Cada vez que pasaba por McLaren, veía a Alonso en un rincón, incómodo, mientras que Lewis se sentía como en casa. Me hubiera acercado a Alonso para mostrarle que se le quería. Alonso estuvo extremadamente mal aconsejado por su padre y por su mánager. Estoy seguro de que aún se arrepiente de lo pasó allí, pues en McLaren podría haber ganado uno, o incluso dos títulos más:”

(Comentarios recogidos por Thibault Larue / Sport Auto – Octubre 2010)

Entrevista a Jo Ramírez de Zoom Deporte:

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