Johnny Rives (*) / Sport Auto – Noviembre 2010
Esta fue su última victoria, y sin lugar a dudas la más bella. El rotundo triunfo de Ronnie Peterson en el gran premio de Austria le valió, hecho único hasta entonces, la nota de 10 / 10 en la revista deportiva «L’Èquipe». Un mes antes de su trágica desaparición en Monza.
En el gran premio de Austria 1978, Ronnie Peterson se situó en cabeza de la jerarquía desde la primera sesión de entrenamientos de la mañana del viernes. Desgraciadamente, la rotura del motor de su Lotus le redujo al papel de espectador durante la segunda sesión. Seguía su desarrollo observando el trabajo realizado por el otro Lotus, el de su compañero de equipo Mario Andretti, bajo la supervisión directa de Colin Chapman, director del Team Lotus. «¡Mira – le interpeló Chapman – tu récord no tardará en caer!» Peterson ya estaba acostumbrado a estos desplantes que sin miramientos le hacía su patrón.
A fuerza de perseverancia, Andretti llegó a acercarse a seis segundos del mejor tiempo del piloto sueco, superando por escaso margen al Renault turbo de Jabouille. Entonces, Chapman ordenó montar los neumáticos de calificación en el Lotus del ítalo-americano. En 1978, en Chapman no había ninguna ambigüedad: el líder del Team Lotus era Mario Andretti y solo él. «Trabajando con Mario siento el mismo placer que cuando trabajaba con Jim Clark» ¡Sublime cumplido hacia Mario! Chapman se implicaba en la puesta a punto de sus Lotus – en todo caso en el de Andretti – con la misma pasión que en la época de Jim Clark. Ronnie Peterson debía contentarse con su papel secundario junto a Andretti. Un delito de lesa majestad para los numerosos seguidores del espectacular sueco.
Vuelta al redil
Peterson ya había corrido para Lotus en 1973 y 1974, junto a Emerson Fittipaldi que venía de proclamarse campeón del mundo en 1972 al término de una temporada absolutamente dominada por el brasileño. En aquel momento, Fittipaldi y Peterson constituían un tándem de alto nivel, digno del que habían formado Fangio y Moss en 1955 en Mercedes o del que se vería posteriormente, en 1988, en McLaren formado por Senna y Prost.
Los Lotus 72 de una pureza extraordinaria con sus líneas cuneiformes requerían un pilotaje muy sutil del que Fittipaldi no tenía parangón. El estilo espectacular y desenfrenado de Peterson no le convenía, de ahí que su débil Lotus sufriera a veces hasta la rotura.
En las quince carreras de 1973, Peterson se adjudicó nueve «pole-positions» contra una sola de Fittipaldi y tres de Jackie Stewart. Pero el asunto empezó mal: el Team Lotus tuvo que esperar hasta el sexto gran premio de la temporada, Mónaco, para ver al sueco marcar sus primeros puntos. A pesar de un final de temporada en tromba, no consiguió obtener más que la tercera plaza del campeonato tras Stewart y Fittipaldi. El campeonato de constructores conseguido por Lotus no consiguió sacar de la amargura a Colin Chapman. Fittipaldi se marchó a McLaren, por lo que tuvo que apostar por Peterson en el 1974. «Si Ronnie no es campeón este año, ¡no lo será nunca!», profetizó Chapman irónicamente. El futuro, no sin crueldad, le daría la razón.
Esto hace comprender mejor porqué en 1978, tuviera o no razón, Chapman apostó a fondo por Andretti, en detrimento de Peterson. Entretanto en Zeltweg, a pesar de los neumáticos de calificación, Mario no consiguió arrebatar a su compañero de equipo el mejor tiempo de la mañana del viernes, convirtiéndose aquel en «pole» gracias a la adversa meteorología del día siguiente. Los años no parecían pasar por Peterson, siempre tan fogoso como en sus inicios. Con su carrocería «efecto-suelo», el Lotus 79 parecía concebido, como en su tiempo lo fue el Lotus 72, para un piloto fino como Andretti más que para un atacante desbocado como era Ronnie. En sus manos, el nuevo «flecha negra» surgía a menudo en las curvas en posiciones acrobáticas. Cuando se le comentábamos, Peterson nos respondía riendo: «¿Sobreviradores los Lotus en mis manos…? ¡Tienes que ponerte gafas! Subviran tanto que me veo loco para conducirlos…» ¿Me veo loco…? Veamos…, el gran premio de Austria 1978 se desarrolló, gracias a una caprichosa meteorología, sobre una pista constantemente cambiante, lo que le convirtió en el maestro absoluto.
El rey del derrape
A causa de una tenaz llovizna, la pista estaba húmeda en el momento de la salida, a pesar de lo cual, todos se presentaron con neumáticos «slicks». Una situación soñada para el equilibrista Peterson. En el primer paso por meta, sacaba ya tres segundos de ventaja, seis en la siguiente. Tan sólo Depailler navegaba tras él. Andretti quedaba K.O. en la primera curva. Otros, y no los menos, se unirían pronto a Mario en la lista de abandonos: Scheckter, Piquet… Los trompos y las colisiones se multiplicaban (Tambay, Stück, Reuteman, Pironi, Villeneuve…) Mientras tanto, Peterson se regalaba. Había que ver su Lotus trazar las curvas con derrapes soberbiamente controlados, recordando tanto al gran Jochen Rindt como a sus compatriotas Waldegaard o Soderstrom, reyes del derrape controlado sobre las pistas nevadas de los rallyes invernales escandinavos.
La lluvia se intensificaba, la dirección de carrera decide parar la masacre tras ocho vueltas. Buena decisión: Peterson y Depailler, a fuerza de codearse con lo imposible… ¡se encontraban en el campo! La clasificación fue detenida en la séptima vuelta cuando Ronnie y Patrick ocupaban las dos primeras plazas, a años luz del resto de pilotos. En la segunda salida, la pista estaba empapada… ¡pero no llovía ya! Esto prometía nuevas emociones. Momentáneamente sorprendido por Depailler en la salida, Ronnie se instaló con autoridad en cabeza antes de acabar la primera vuelta. Se pensaba ya en una nueva escapada del sueco, pero en la quinta vuelta se detiene, con algunos otros, para montar neumáticos «slicks». Las trazadas se estaban secando. El último en parar fue Villeneuve. El «québécois» había obtenido veinticinco segundos de ventaja sobre Peterson pero, ocho vueltas después, no tenía ya más que catorce. Cuando Gilles se detuvo, tremendamente desanimado, a poner sus «slicks», Peterson, con todos los pilotos en igualdad de paradas, recuperó la única plaza que le correspondía: la primera. Tras él, la hecatombe continuaba. Lauda, Reuteman, Stück y algunos otros se iban sucesivamente al decorado.
Peterson triunfó con casi cuarenta y ocho segundos de ventaja sobre Depailler, El gran premio de Austria 1978 pertenece a ese género de carreras de veredicto incuestionable en las que el talento de un piloto predomina sobre todos los demás parámetros. Aquel día, Ronnie Peterson no tuvo rival. Dos semanas después, en los Países Bajos, renunciando a sus propias ambiciones, se clasificó prudentemente segundo tras la estela de Andretti. «Es una condición que acepté libremente el invierno pasado, por lo que debo respetarla», dijo entonces.
Pero dos semanas más tarde, la muerte le esperaba en Monza. Tenía treinta y cuatro años…
Clasificación final
1º Ronnie Peterson (Lotus – Ford 79)
2º Patrick Depailler (Tyrrell-Ford 008) a 47’’44
3º Gilles Villeneuve (Ferrari 312 T3) a 1’39’’76
4º Emerson Fittipaldi (Copersucar-Ford F5A) a una vuelta.
5º Jacques Laffite (Ligier-Matra JS9) a una vuelta.
6º Vittorio Brambilla (Surtees-Ford TS20) a un vuelta.
(*) Johnny Rives trabajó en la rúbrica “auto” de L’Equipe de 1960 a 1996, en Sport-Auto de 1973 a 1980 y en la TF1 (Televisión francesa) de 1993 a 1996.
(Traducción de Santiago Criado)
(Nota del traductor: Cualquiera de vosotros que quiera ampliar la información sobre la temporada 1978 de Fórmula 1, las maniobras no siempre deportivas de Colin Chapman, el desarrollo de los chasis Lotus, el punto sumado en Alemania por el mexicano Héctor Rebaque al volante de un Lotus privado…, sugiero que os dirijáis directamente a nuestro PDG Cuau / Cato Batista, quien aún conserva extraordinarios recuerdos de aquella temporada vivida en primera persona. ¿Conseguiremos alguna vez que pase a papel todas las anécdotas que conserva aún frescas en su memoria?)